jueves, 14 de octubre de 2010

¿Dónde?


La niña se peina frente al espejo
Sueña con ser princesa
La niña intenta concretar sus sueños
Se disfraza con vestidos de fantasía
La niña crece y se da cuenta
de que no existen los cuentos de hadas
Descree de todo y de nada
Llora
A la niña le duele
Porque ya no es más niña
Ella crece
Se adormece en los laureles intentando soñar
Sueña
Sueña dormida
Sueña despierta
Se pierde en un sinfín de encrucijadas
Quiere ser ella y quiere ser nadie
No sabe qué hacer
Quiere quitarse la piel
Ella se alborota y es arrebatada
Vuela sin rumbo fijo
Y no sabe dónde echar raíces
Busca tierra fértil
Ya mujer, se asienta
Y envejece al lado del río

martes, 12 de octubre de 2010

¡Todo era amor!

¡Todo era amor... amor!
No había nada más que amor.
En todas partes se encontraba amor.
No se podía hablar más que de amor.
Amor pasado por agua, a la vainilla,
amor al portador, amor a plazos.
Amor analizable, analizado.
Amor ultramarino.
Amor ecuestre.
Amor de cartón piedra, amor con leche...
lleno de prevenciones, de preventivos;
lleno de cortocircuitos, de cortapisas.
Amor con una gran M,
con una M mayúscula,
chorreado de merengue,
cubierto de flores blancas...
Amor espermatozoico, esperantista.
Amor desinfectado, amor untuoso...
Amor con sus accesorios, con sus repuestos;
con sus faltas de puntualidad, de ortografía;
con sus interrupciones cardíacas y telefónicas.
Amor que incendia el corazón de los orangutanes,
de los bomberos.
Amor que exalta el canto de las ranas bajo las ramas,
que arranca los botones de los botines,
que se alimenta de encelo y de ensalada.
Amor impostergable y amor impuesto.
Amor incandescente y amor incauto.
Amor indeformable. Amor desnudo.
Amor-amor que es, simplemente, amor.
Amor y amor... ¡y nada más que amor!
...Oliverio Girondo...