miércoles, 19 de junio de 2013

punto


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Llegar a un punto.
Un fin.
Para /volver/empezar a escribir.
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Como si fuera el primer día de la semana.
Es la sensación de aire fresco en la cara
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miércoles, 27 de febrero de 2013

en la pista

Quisiera saber-poder
Escribir una poesía en clave tropical
para que en las letras se sienta el sabor y el calor
el baile
los pasos mal dados
la torpeza con la que avanzo en esta historia
tambaleando
al rítmo de la cumbia
del sonido agudamente lisérgico del keytar
que penetra por los oídos hasta el cerebro
moviendo la cintura de un lado a otro
entre risas
Mientras la noche se hace profunda
brazos entrelazados dibujan ochos una vez cada tanto
pies que se rozan
y calientan el piso
y la ropa se moja con la transpiración que corre por la espalda
el sabor a sal en los labios
y vos cada vez más cerca
respirás al filo de la oreja
de él/ella-quién sea, no importa
que mueve la cadera y te apoyas, acompañas el movimiento
hasta que el cambio de ritmo hace de repelente
son dos
el rítmo ahora es un imán
son uno
sos vos
hasta el cansancio
sambuyéndote en las notas
desvelándote
hasta que empezás a trastabillar
no hay nadie en la pista
ya no te la bancás. No te gusta este final.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Los tambores suenan
anuncian el principio del fin
un suspiro, casi imperceptible
consume el momento
ese instante
en el que se acaba todo y no
en el abismo
el cuerpo vibra
se mueve con lógica animal
es el lobo que todo acapara
y ahora controla tu mente 
que (ya) poco tiene de humana

miércoles, 9 de enero de 2013

viernes, 4 de enero de 2013

Lobo

(…) Un hombre capaz de comprender a Buda, un hombre que tiene noción de los cielos y abismos de la naturaleza humana, no debería vivir en un mundo en el que dominan el common sense, la democracia y la educación burguesa. Sólo por cobardía sigue viviendo en él, y cuando sus dimensiones lo oprimen, cuando la angosta celda de burgués le resulta demasiado estrecha, entonces se lo apunta a la cuenta del "lobo" y no quiere enterarse de que a veces el lobo es su mejor parte. A todo lo fiero dentro de sí lo llama lobo y lo tiene por malo, por peligroso, por terror de los burgueses; pero él, que cree, sin embargo, ser un artista y tener sentidos delicados, no es capaz de ver que fuera del lobo, detrás del lobo, viven otras muchas cosas en su interior; que no es lobo todo lo que muerde; que allí habitan además zorro, dragón, tigre, mono y ave del paraíso. Y que todo este mundo, este completo edén de miles de seres, terribles y lindos, grandes y pequeños, fuertes y delicados, es ahogado y apresado por el mito del lobo, lo mismo que el verdadero hombre que hay en él es ahogado y preso por la apariencia de hombre, por el burgués.
Imagínese un jardín con cien clases de árboles, con mil variedades de flores, con cien especies de frutas y otros tantos géneros de hierbas. Pues bien: si el jardinero de este jardín no conoce otra diferenciación botánica que lo "comestible" y la "mala hierba", entonces no sabrá qué hacer con nueve décimas partes de su jardín, arrancará las flores más encantadoras, talará los árboles más nobles, o los odiará y mirará con malos ojos. Así hace el lobo estepario con las mil flores de su alma. Lo que no cabe en las casillas de "hombre" o de "lobo", ni lo mira siquiera. ¡Y qué de cosas no clasifica como "hombre"! Todo lo cobarde, todo lo simio, todo lo estúpido y minúsculo, como no sea muy directamente lobuno, lo cuenta al lado de "hombre", así como atribuye al lobo todo lo fuerte y noble sólo porque aún no consiguiera dominarlo. (...)

Fragmento de El lobo estepario
 Hermann Hesse