
.....No tener un sueño es como nunca haber tenido un amor platónico. Yo nunca tuve ninguno de los dos y recién ahora me doy cuenta. Para mí las cosas tienen que ser tangibles, ya venir materializadas para que las pueda percibir, al menos, por uno de los cinco sentidos. Deben estar cercanas en tiempo y espacio para que pueda creer en ellas. Supongo que eso tiene una cuota de ansiedad, pero también de incredulidad. Es no tener confianza en uno mismo. Es el miedo que te acecha, que te hace pensar que no se va a cumplir jamás. Es una paradoja, para el aire de soñadora con el suelo andar. Esto es algo así como llegar al nivel máximo de empatía, que no está mal, pero significa llorar por los sueños de los demás no por empatía y nada más...es a falta de los propios. Es tener los pies inmóviles en la tierra y un muro frente a tus ojos, es no saber -no permitirse- volar, no dejar a la mente imaginar, soñar. Ser demasiado mental para uno mismo y demasiado sensible para con los demás. Tengo la sensación –bahh, es así- de que es no tener dónde postrar el ancla y mirar más allá para saber a dónde es que querés llegar.