domingo, 27 de junio de 2010

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....No los conocía y apenas entendía qué era lo que estaba pasando. Fue durante 2001-2002. Sabía que había mucha gente que tenía hambre y que casi todos los días se manifestaba para poder conseguir algo --hasta ahí, por lo menos, entendía--. Como en toda casa de clase-media, en la mía también había problemas económicos. Mi mamá nos pedía que cuidáramos la plata. En diciembre, me acuerdo que estaba rindiendo Lengua y literatura en el colegio y suspendieron todo porque había llegado la noticia de que estaban saqueando un supermercado Día% que estaba a unas siete cuadras del colegio. No ví nada. Era sólo eso, lo que mis oídos habían escuchado. Mi hermano estaba mal porque no había podido festejar su cumpleaños aquel 18 de diciembre. Pocos días antes de esos tan recordados 21 y 22. Tenía miedo, no era miedo a que me pasara algo, no sé porqué tenía miedo. También tenía tristeza. Lo poco que sabía era lo que mostraba la tele. Y claro, como en la mayoría de las familias, todos los domingos comprábamos Clarín. Nunca creí que había sido la crisis la que había causado dos nuevas muertes. Nunca. Me acuerdo que estaba mirando la tele con mi hermano --yo 13, él 11--. Y también que nos quejábamos de la situación y nos parecía horroroso que, encima que no tenían dónde dormir porque a penas tenían una casa, tuvieran que salir a manifestarse por un plato de comida, por mejor educación para los chicos y tantas cosas por las que teníamos para quejarnos. Si la memoria no me falla era la hora del almuerzo cuando estábamos con mi hermano, una vez más, sin saber qué hacer por lo que estaba pasando. Claro, estaba la tele prendida. La escena constante era la del camarógrafo junto con el periodista corriendo de los gases lacrimógenos, los caballos y las supuestas balas de goma. Se escucharon los tiros y mi hermano se quedó pasmado frente a la TV con los ojos grandes y llenos de lágrimas y llorando me pidió por favor que apagara ese aparato, que no quería ver nada más de eso. Se fue al cuarto con las manos en la cara, llorando. Era más fuerte que yo. No podía dejar de mirar, sentía que no lo podía ignorar, cambié de canal, pero las únicas opciones que tenía mostraban cosas parecidas porque sólo tenia canales de aire, ya que no tenía cable. En todos pasaban lo mismo. (Otra vez) si la me moria no me falla, en algún canal lograron captar lo que estaba pasando en Avellaneda, que un chico estaba intentando salvar a otro cuando la policía empezó a perseguirlo y finalmente logró su cometido y lo mató. Me asuste, abracé a mi hermano y me puse a llorar. Esa tarde no volvimos al colegio, nos quedamos con mi madrina intentando despejar la mente. Tarea complicada.

La intensa vida de Darío Santillán

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